En este capítulo, Héctor nos habla de la constancia como caballo de batalla en día a día. Desde el comienzo, deja claro que si no eres constante en tu empeño, tienes muchas opciones de que fracases. Ahora bien, deberíamos hacer dos grandes grupos entre los emprendedores que comienzan miles de batallas en paralelo pero no terminan ninguna y los que establecen un camino para recorrerlo paso a paso, evitando distracciones por ideas surgidas en sus cabezas y que apuntan en su cuaderno para revisarlas en un futuro.
Recordad que la constancia es una virtud se adquiere con el tiempo y esforzarse en conseguirla, redundará en el logro de nuestras pretensiones.
Cuando nos planteamos una idea en la que nos autoretamos a conseguirla, debemos formularla como una carrera de fondo más que como un sprint. Es injustificable dar pasos de gigante algunos días y minúsculos en otros momentos. Conjugar un tanden entre vida profesional y personal nos ayuda a mejorar el ritmo constante del día a día generando la, ya mencionanda en el anterior podcast, sensación de realización profesional.
Imaginémonos que comenzamos nuestro proyecto y durante las primeras semanas estamos esforzándonos al máximo. Un sin fin de horas delante del ordenador mientras preparamos todos los aspectos de nuestro negocio y les vamos dando forma. Paralelamente, nuestra vida social sigue rodando y los que tenemos alrededor no terminan de comprender si el esfuerzo sobrehumano que estás haciendo merecerá la pena. Tu tienes claro qué sí, obviamente. El tiempo sigue pasando y atraviesas por un momento de cansancio físico y anímico debido al poco descanso que te estás otorgando. En ese momento, tu mente reacciona y empieza a ser menos eficaz para que reduzcas el ritmo como mecanismo de autoprotección. En ese justo momento hay dos opciones, la de rendirse o la de reducir el esfuerzo y empezar a buscar una constancia que no agote tus recursos psicológicos.
Si eres de los que se rinden, mirarás atrás y verás cuánto tiempo has perdido. Si eres del otro grupo, pensarás que ha sido una etapa de la que te sentirás orgullo porque tu lo has hecho posible y ahora deberás establecer unos límites de trabajo eficientes para “no quemarte” que diríamos coloquialmente.
Está claro que no todos tenemos ni el mismo ritmo ni la capacidad de forzar más nuestra propia máquina, pero tener claro que buscar superar nuestro límite no nos vendrá demasiado bien.
Por otra parte, Héctor, menciona el caso contrario, la falta de constancia al lanzarnos al emprender. Es importante comprender que ella es la suma de tres elementos: Paciencia, Disciplina y Perseverancia. ¿Bien? Tenemos grandes noticias, todas se adquieren y se consiguen ampliar lo suficiente como para energizarnos continuamente gracias a la experiencia que nos aporta cada paso que vamos dando en nuestro camino. Es un mero trámite de aprendizaje cuando salimos de nuestra zona de confort y no dudamos en seguir avanzando en nuestro empeño. ¿Comprendéis?
Al definir cada uno de estos tres fundamentos veremos porque son vitales para aportar constancia.
- Paciencia es saber esperar durante el tiempo correcto y mantener una actitud firme antes las complicaciones.
- La Disciplina nos permite controlar las emociones para que estas nos controlen a nosotros.
- La Perseverancia ayuda a atravesar los retos que nos encontremos hasta llegar a la meta que nos impongamos.
Fijaros, que con la constancia, podremos ir descubriendo aspectos muy positivos que no habríamos pensado en un inicio. Gratas sorpresas que nos aliviarán la carga de trabajo en los momentos menos favorecedores, gracias al beneficio que nos reporten. Recordar que la suerte se busca y no solamente nos la imponen.
Pensar que el esfuerzo no es negativo siempre que tengamos claro donde se encuentran nuestros límites y lo apliquemos en dosis constantes. Ya que es la inercia la que nos ayudará a salir de un tropiezo en un momento determinado.
Héctor nos explica sus comienzo cuando, hace siete años, sus horarios de trabajo no estaban demasiado establecidos. Se levantaba temprano y no cesaba en avanzar, indistintamente del número de horas que se pasaba frente al ordenador. Con el paso del tiempo tuvo que establecer un ritmo más apropiado y acorde, tanto a su trabajo como a su vida personal que empezaba levemente erosionarse. Es cierto que tenía mucha motivación pero sabía que en algún momento podría explotar algo de todo ello. Con mucha precaución detuvo todo y empezó a pensar en él en vez de su proyecto.
Para terminar, invita a realizar una pequeña reflexión y que miréis a vuestro alrededor. Tal vez, consultando a vuestro entorno social y preguntarles, mientras también os formuláis a vosotros mismos, ¿Esta situación es sostenible sobre el paso del tiempo? Y por otra parte, plantearos: ¿Cumplo los tres fundamentos de la constancia o me pueden los nervios y la frustración? Porque, tal vez, deberíamos practicar más nuestro ritmo al esforzarnos, antes de avanzar en nuestro proyecto.
Y con esto acabamos por hoy. ¿Os gustaría que habláramos más extendidamente de algún punto mencionado?
Estáis invitados a dejar vuestras opiniones, casos personales, dudas e invitaciones a un café 😉