Cuando nos presentamos frente a alguien por primera vez, esta persona recibe un doble impacto: visual y auditivo. Si nuestra imagen visual es importante, no lo es menos la auditiva. Nuestra imagen auditiva queda determinada por dos aspectos, aunque distintos, complementarios: lo que decimos y cómo lo decimos
Si anteriormente nos enfocamos en lo que decimos -por ejemplo, al explicar que la forma en que contamos nuestro contenido puede ser un arte-, en esta ocasión vamos a centrarnos en cómo lo decimos, valiéndonos para ello de una herramienta que, bien utilizada, puede lograr poderosa influencia: la voz.
En un formador la voz puede convertirse en su mejor aliado, o en el mayor de sus enemigos; ya que al tratarse del vehículo de transmisión de nuestro mensaje, si no la utilizamos correctamente el mensaje puede llegar distorsionado a los alumnos, e incluso no llegarles en absoluto. Por eso es importante conocer las características clave de la voz y trabajarlas en nuestro caso concreto.
Sabemos que muchos cantantes y actores se ponen en manos de un logopeda para conseguir extraer el mayor partido de su voz. Los ejercicios logopédicos siempre pueden ayudar a utilizar la emisión vocal de una manera más racional; con técnicas sencillas como aprender a respirar mejor, colocar de forma correcta los labios al pronunciar para conseguir mayor claridad y firmeza, adoptar una posición más conveniente al hablar (tanto de pie como sentados), controlar el diafragma, hacer resonar la voz para evitar la fatiga excesiva de las cuerdas vocales, etc.
En la mayor parte de ocasiones estas soluciones, siempre útiles, no serán indispensables para nosotros como formadores que solo tenemos que hablar en nuestros videos; quizás algo más para aquellos docentes y profesores que combinan la formación online con el día a día en las aulas o bien charlas y seminarios. En cualquier caso, siempre conviene conocer cuáles son las cualidades de nuestra voz y los principales problemas que pueden arruinar o distorsionar el efecto de nuestro discurso, para tratar de anticiparnos a ellos.
La intensidad de la voz
La cualidad de intensidad en la voz se refiere a lo que comúnmente conocemos como volumen de las misma, es decir, gracias a esta cualidad conseguimos hablar más alto o más bajo.
¿De qué depende la intensidad de nuestra voz? Muy sencillo: depende de nuestra respiración, ya que la intensidad no es más que la fuerza con que lanzamos el aire desde los pulmones. El encargado de este proceso es el diafragma, un músculo que se encuentra en la zona abdominal, y el proceso es el siguiente: en el momento de la inspiración, los pulmones se llenan de aire y el diafragma baja, instantes después el diafragma es el encargado de sacar ese aire de los pulmones hacia las cuerdas vocales, según la fuerza con que lo impulsemos al expirar; si la fuerza que imprimimos al diafragma es poca, la intensidad será débil.
La intensidad se mide en decibelios, por lo tanto hay una diferencia perceptiva importante entre una voz débil y una fuerte: el volumen con que transmitimos el mensaje. Ahora bien ¿ qué es más apropiado, hablar con un volumen fuerte o más bien bajo? En general, una intensidad de voz baja refleja un estado de ánimo triste o aburrido; por otro lado debemos huir de gritar: se considera que una voz es más creíble cuando es enérgica, así pues lo mejor será practicar la respiración diafragmática para imprimirle a nuestra voz una energía equilibrada, y por tanto un volumen intermedio.
El problema de la voz débil
Esta dificultad hace que el mensaje en ocasiones sea escasamente audible, y puede tener diferentes causas, tanto psicológicas (falta de confianza en uno mismo, timidez, introversión) como físicas (capacidad pulmonar reducida, cavidad torácica poco amplia, aparato fonador mal utilizado).
Las causas psicológicas se pueden combatir o al menos mitigar con unos principios básicos para cualquier exposición ante el público:
- Tener claro el objetivo a lograr con la exposición
- Hablar solo de lo que dominamos
- Preparar a fondo lo que queremos decir
- Conocer bien las características, deseos y necesidades de nuestra audiencia
- Conducirnos con naturalidad: huir de comparaciones y «modelos»
En cuanto a las causas orgánicas, se pueden combatir combinando ejercicios respiratorios para mejorar la potencia de los pulmones, con prácticas de vocalización en las cuales trataremos de pronunciar claramente, aumentando la tensión de labios, lengua y mejillas, abriendo más la boca que de costumbre y haciendo sonar todas las vocales y todas las consonantes. Uno de los ejercicios clásicos para estos casos, es leer textos en voz alta sujetando un lápiz entre los dientes.
En cualquier caso, también podemos apoyarnos en un buen micrófono. aunque es conveniente saber utilizarlo y conocer sus limitaciones.
El tono de la voz
Una vez que el diafragma empuja para sacar el aire de los pulmones, éste llega a la laringe, dentro de la cual están las cuerdas vocales que van vibrar al paso de ese aire. Pues bien, el tener un tono más agudo o grave de voz depende de de la longitud y del grosor de nuestras cuerdas vocales: cuando son más cortas vibrarán más rápido y eso dará lugar a un tono de voz más agudo, si las cuerdas vocales son más grandes el tono en general va a ser más grave.
Así, dos personas que hablen con la misma intensidad de voz, emitirán un tono más agudo o más grave en función de la configuración de sus cuerdas vocales. que vibrarán mas rápido o más lento. Los estudios realizados al respecto indican que para ser percibidos como atractivos y creíble es preferible utilizar un tono de voz grave frente a uno agudo; es por eso que muchos profesionales y políticos entrenan su voz precisamente para conseguir usar una tesitura más baja.
No obstante, hemos de tener en cuenta que esto se refiere al tono medio, ya que en nuestro día a día no siempre utilizamos el mismo tono de voz sino una gama de tonos que oscilan de mayor a menor frecuencia vibratoria: la diferencia perceptiva entre ellos se puede medir en hertzios.
El problema de la monotonía
Como hemos visto, cuando hablamos utilizamos una suma de tonos: es lo que conocemos como entonación.
La entonación, que podemos identificar como altura musical de la voz, puede tener dos problemas significativos: uno es el utilizar un tono de voz «cantarín», y el otro el hablar en un tono invariable, es decir, monótono.
Algo que debemos evitar al hablar en público -especialmente cuando nuestra intervención es grabada en un vídeo o podcast- es «cantar»,es decir, ir subiendo la entonación de forma que la voz resulta progresivamente más aguda; ya que elevar el tono suele contribuir a enfatizar lo que decimos, asi es que sostenerlo «en alto» continuamente produce en el oyente la sensación de que «falta algo», dicho de otro modo, creamos en la audiencia una expectativa que termina por no resultar creíble.
Pero tampoco hay que caer en la montonía: un ponente que habla (o peor aún, lee su guión) siempre en el mismo tono de voz, corre el riesgo de inducir en la audiencia un sopor difícilmente combatible, por muy interesante que sea el tema tratado.
Por lo tanto, lo ideal es romper la monotonía poniendo énfasis en las palabras u oraciones más importantes. Esto se puede conseguir de la siguiente manera:
- Elevando el volumen de la voz en frases concretas para imprimir entusiasmo
- Haciendo preguntas retóricas, en las que el tono final de la pregunta será ascendente, para descender a un tono grave, casi confidencial, al ofrecer la respuesta
- Introduciendo pausas. Especialmente eficaz es la doble pausa: realizar una pausa antes de la frase que se desea recalcar y otra después. La primera pausa crea interés al anticipar información importante por llegar y la segunda permite reflexionar sobre ella.
El timbre de la voz
El timbre de la voz es la suma del sonido que sale de las cuerdas vocales más el que sale de la caja de resonancia de nuestro cráneo, es decir, de la cara. La configuración física de la cara (una nariz más o menos grande, una boca más o menos pequeña, la colocación de estos órganos, etc.) influye en el resultado final de nuestra voz, y por eso ésta es única, como la huella dactilar.
Pero no por el hecho de que nuestra voz sea tan única como nuestro rostro, hemos de considerar que no la podemos cambiar. Si modificamos la forma de utilizar nuestros órganos de resonancia (por ejemplo la apertura de la boca, la elasticidad de los labios o la colocación de la lengua) podemos conseguir un timbre más cerrado o más abierto.
Lo importante es que el timbre de nuestra voz resuene bien, abierto; en lugar de cerrado y apagado. Para ello es útil abrir bien la boca y calentar los músculos de la cara para hablar: ejercicios como hinchar alternativamente las mejillas, sonreír tirando al mismo tiempo de las comisuras de los labios hacia hacia atrás o mantener cuatro dedos dentro de la boca en posición vertical mientras contamos hasta diez, son clásicos para preparar la voz antes de comenzar a hablar frente al público.
El problema de la voz ronca o chillona
La ronquera ocasional normalmente se debe a irritación de la faringe por diversas causas, tales como cansancio, resfriado, permanecer en ambientes mal ventilados, con polvo o humo, etc. La solución a este problema estriba sencillamente en alejarse de las causas que producen la irritación, el descanso vocal (no hablar), y también podemos recurrir a remedios caseros como gárgaras con agua tibia y alguna sustancia relajante.
La ronquera prolongada puede ser debida a alguna alteración fisiológica, que precisaría diagnóstico y tratamiento por un especialista otorrinolaringológo.
La voz chillona suele deberse a tensión nerviosa y se soluciona con ejercicios respiratorios y relajantes de la musculatura del cuello.
El problema de la voz nasal
Para comprobar si tenemos voz nasal, podemos recitar el abecedario al tiempo que apretamos la nariz con los dedos pulgar e índice de nuestra mano diestra. Deberíamos entonces sentir una vibración en los dedos al pronunciar solamente los fonemas /m/, /n/ y /ñ/, y en ningún otro. Si notamos esta vibración en otros fonemas, se trata de un problema de nasalización.
Este defecto puede restar claridad o belleza al discurso; la solución pasa por recurrir a un logopeda, y realizar ejercicios de repetición de los sonidos nasales, como por ejemplo el que supone imitar a los monjes budistas, quienes aspiran y, mientras expulsan el aire lentamente, pronuncian la sílaba Ommmmmm con los labios cerrados y haciendo vibrar el sonido en todo el cráneo.
La duración de la voz
La duración no es una cualidad acústica de la voz pero es importante para su expresividad; hablar más lento o más rápido tiene su influencia en lo que pensamos del ponente y de su discurso: estudios realizados indican que las personas que hablan algo más rápido de lo habitual son percibidas como más inteligentes, más dinámicas y más extrovertidas. Esto, evidentemente, tiene sus matices, ya que si hablamos demasiado rápido, además de parecer nerviosos, la audiencia puede experimentar dificultades para entendernos.
En todo caso, expresivamente es importante variar la velocidad, en general decir un poco mas lento lo más importante y más rápido aquello que queremos que resulte dinámico; ese contraste hará que el oyente preste más atención y además le ayuda a comprender.
El problema de la excesiva velocidad
Muchas veces los ponentes pecan de aceleramiento, a menudo traicionados por los nervios. Y es que, cuando estamos muy nerviosos, tendemos a acelerarnos en un deseo inconsciente de acabar cuanto antes.
La excesiva velocidad en el discurso puede conducir a una articulación ininteligible, a un tono monocorde o a confusión mental; estos problemas rompen la armonía de la exposición y la vuelven, como mínimo, aburrida.
Para corregirlo, es recomendable realizar regularmente lecturas expresivas en voz alta de textos de distinto carácter. Unas veces haremos lecturas en las que predominen sentimientos tales como nostalgia, ternura, lo que nos inducirá a un ritmo ralentizado. Otras veces puede tratarse de narraciones en las que predomine el dinamismo, lo que nos forzará a adoptar un ritmo más vivo.
El problema de las muletillas
Es un hecho que los silencios suelen resultarnos embarazosos, tanto para el que habla como para el que escucha. Puede ser una de las razones por la que muchas veces, mientras reflexionamos entre frase y frase en busca de la siguiente palabra, no podemos evitar decir «ehhhhhh» o «ummmm». No en vano los anglosajones llaman a las muletillas fillersounds: sonidos de relleno.
Las muletillas no son un problema de la voz, más bien un hábito negativo, pero lo cierto es que enrarecen nuestro discurso al no aportar más que mero ruido. Esto se aplica también a palabras que no dejan de ser muletillas entre frases, como «bueno», «o sea», «un poco como», «¿no?» «¿vale?». A éstas los anglosajones las denominan fillerwords: palabras de relleno. No solo no aportan contenido, sino que nos restan credibilidad.
Si queremos causar una buena impresión en nuestras formaciones, sin denotar vicios ni insuficiencias lingüísticas, debemos procurar eliminar las muletillas. Se puede intentar mediante estos tres pasos:
- Tomar conciencia de tus muletillas. El mejor método es grabarte en vídeo narrando una historia o un proyecto, pero sin notas ni guiones delante. Después, escucha la grabación en busca de muletillas y sé inflexible con ellas, repitiendo tu discurso hasta que desaparezcan.
- Hablar más lentamente y hacer pausas conscientes entre frases. Aunque al principio te resultará forzado, con el tiempo te saldrá espontáneamente.
- Prepararte a fondo antes de cada exposición. Practicar y ensayar reiteradamente. Cuanto mejor te preparas, menos nervios sientes y menos muletillas usas.
Algunas recomendaciones finales
Como hemos visto, la voz es un instrumento poderoso para conseguir que nuestro discurso resulte agradable, interesante y creíble. También ha quedado claro que la voz que nuestros oyentes perciben es el resultado de la combinación de cuatro cualidades que podemos entrenar para dominarla.
Con todo ello, podemos manejar todos los factores que intervienen en el uso consciente de nuestra voz a la hora de impartir una formación online, ya sea en directo o grabada, de forma que resumimos aquí en unas sencillas pautas
Manejar todos los factores para variar la voz
Los cambios vocales son recursos que nos ayudarán a evitar la monotonía y el cansancio en la audiencia, además de conseguir determinados efectos sobre nuestros oyentes.
Así, el variar el volumen (hablar más fuerte o menos fuerte), el tono de voz (hablar más alto o más bajo) y la velocidad (hablar más rápido o más lento) nos puede ser útil para captar o recaptar la atención perdida, dar énfasis a una parte del discurso, subrayar los aspectos más importantes o crear un ambiente más cercano.
Manejar la postura para proyectar la voz
- Debemos recordar que no hay voz sin aire en los pulmones, y que optimizar la capacidad de éstos depende en gran parte de la postura que adoptemos.
- Por lo tanto, si hablamos de pie, echaremos los hombros hacia atrás, relajando el diafragma, levantando la cabeza y permaneciendo erguidos, con nuestro pecho (que actúa como caja de resonancia) abierto.
- Si hablamos sentados, debemos cuidar que nuestra capacidad pulmonar no resulte mermada por la presión del abdomen sobre los pulmones. Para ello es importante sentarnos derechos y evitar las prendas apretadas y los cinturones.
- Procuremos evitar leer documentos o notas, ya que tendríamos que bajar la cabeza, y eso apaga la voz. Alternativamente, si lo necesitamos, podemos utilizar un software que convierta la pantalla de nuestro ordenador en un prompter.
2 respuestas
Muchísimas gracias, todo es un gran aprendizaje, a ponerlo en práctica, Dios lo bendiga por compartir.